Un silencio, casi inquietante entrecortado por algún que otro relincho de los caballos que pastan imperturbables en los campos. Se apagó el incesante y alegre brouhaha de los últimos meses. Una calma extraña como la que sique a la tormenta o incluso la que precede al huracán.
Desde el 19 de junio y hasta el pasado domingo, cerca de 300 niños, que han asistido a nuestros campamentos hípico-lingüísticos, cual alegres torbellinos venidos de los cinco continentes, han convertido el centro en un hervidero de actividades, físicas y mentales, de risas y trabajo, con el caballo como tema central. Han venido a aprender, a disfrutar, practicar y mejorar la técnica y sobretodo la comunicación con el caballo. A aprender su idioma. Además de inglés, francés y español para extranjeros.